{Julio 2025}
Desde fuera, mi trabajo puede parecer una mezcla idílica de cafés bonitos, eventos gastronómicos y paseos entre stories. Y sí, a veces lo es. Pero como freelance especializada en redes sociales, comunicación y creación de contenido, hay toda una parte de mi semana que no aparece (o casi nunca) en Instagram.
Lo que ves: una comida espectacular en un restaurante que estoy promocionando, una sesión de fotos en una finca preciosa o un reel grabado en la costa gallega. Lo que no ves: los correos a las 7 de la mañana, los cambios de última hora, las llamadas de clientes con urgencias, las planificaciones de calendario, los textos que se escriben y reescriben tres veces, y el trabajo mental constante para que todo lo que publico tenga sentido, estilo y estrategia.
Mi semana empieza normalmente con una revisión de métricas y planificación de contenidos. Ajusto calendarios editoriales, edito vídeos, redacto copys y preparo publicaciones. Hay días en los que salto de una reunión con un hotel a una sesión de fotos en un restaurante, y termino respondiendo mensajes de seguidores en nombre de otra marca.
Entre medias, intento guardar huecos para pensar, escribir, desconectar un poco (aunque a veces ese hueco se transforma en editar un reel desde el móvil en el sofá a las 23:00). Trabajo sola, pero conectada con muchas personas. Me muevo entre la creatividad y la estrategia, entre lo visual y lo comercial. Cada cliente tiene su voz, su estilo, su objetivo.
Y aunque haya semanas agotadoras, no cambio esto por nada. Me gusta contar historias, ayudar a marcas a encontrar su lugar, y poner en valor todo lo que ocurre detrás de una foto bonita. Porque sí, esa imagen importa, pero también todo lo que la hace posible.
Así que la próxima vez que veas una imagen perfecta en redes, recuerda que detrás probablemente haya un lunes de lluvia, un portátil encendido durante horas y una cabeza que no para. Y aún así, seguiré publicando, creando y contando. Porque este trabajo, aunque no siempre se vea, me encanta.